sábado, 21 de agosto de 2010

Osaka

06/08/10

El viernes tempranito fuimos a la estación de Tokio (la principal) y cogimos el Shinkansen rumbo a Osaka. Habíamos pensando hacer Osaka y Nara en el mismo día, pero menos mal que decidimos que para Nara nos iba a faltar tiempo, porque el día nos dio justito para las dos cosas que queríamos ver. Lo de Nara otra vez será… No me cansaré de decir que el tren bala es una pasada; cogimos el “hikari” sin problema porque habíamos reservado nuestros asientos el día anterior (con el Japan Rail Pass, gratis, yey). Dentro los asientos son cómodos, y hay tanto espacio entre un asiento y el de delante que puedes estirar las piernas por completo, o reclinarte hacia atrás sin miedo a molestar a nadie. Decir que va rápido es poco; se tarda 9 horas en tren normal, en “hikari” son tres. Nadie que venga a Japón debe irse sin coger un shinkansen o dos.

Cuando llegamos a Shin-Osaka tuvimos que coger varios trenes hasta nuestro primer destino, Osaja-jô, el Castillo de Osaka. Se encuentra dentro de un parque donde hay también un estadio en el que se celebran algunos conciertos (Osaka-jô Hall). El edificio principal del castillo es absolutamente impresionante:





Antes de entrar decidimos almorzar en una cafetería, puesto que habíamos desayunado tempranísimo. Pedimos katsudon para mí y ramen para Elfe.



También me hice una foto loca a las afueras del castillo, sé que queda rara mi cara pero…



Para ver el interior de la torre, que es un museo, hay que comenzar en la planta número ocho, donde hay un mirador desde el que se ve toda la ciudad.



El museo era súper interesante. Además de armaduras, cartas, cuadros etc. de la época de Toyotomi Hideyoshi, el señor que fundó el castillo (siglo XVI), y a las que por desgracia no se podía hacer fotos, había una serie de pantallas incrustadas en escenarios 3D en las que se emitían por orden grabaciones de actores representando los momentos más significativos de la vida de este hombre y sus amigos y enemigos, desde el nacimiento a la muerte. Al lado había explicaciones de cada escena en inglés y aprendimos muchísimo. Nombres como Ieyasu Tokugawa, Nobunaga Oda o Yukimura Sanada aparecían todo el rato, y ya tenemos mucho más claro quién fue quién (tanto es así que me he comprado un chibi- Yukimura Sanada que es un amor…). Estábamos tan motivadas con tanta historia de guerra, lealtad etc. que no se sabe cómo terminamos pagando (sólo un poco) para hacernos una foto de esta guisa:








Cuando terminamos de ver las ocho plantas del museo y compramos los recuerdos pertinentes, salimos e hicimos alguna foto más en el exterior, donde había un torii y varios edificios antiguos. Nos dimos cuenta de que estábamos muy lejos del sitio por el que habíamos entrado al parque, y ni cortas ni perezosas nos montamos en el trenecito turístico, que iba hasta arriba de japoneses de todas las edades. Ridículo pero… nos ahorramos una buena caminata, que hacía un calor infernal.






Al rato encontramos la estación de tren con la intención de ir al hostal a hacer el check-in, pagar y dejar las mochilas. Pero lo de coger el tren en Osaka no resultó sencillo. Nos equivocamos de tren y acabamos dando vueltas de aquí para allá sin llegar a la estación que queríamos… incluso tuvimos que cambiar de tren en la estación de Universal Studios (y me dio envidia ver a la gente que volvía de allí con sus peluches de Barrio Sésamo, otra vez hay que ir…). Por fin cogimos el tren que era y llegamos al hostal; se llama J-Hoppers Osaka y sinceramente es el hostal de mochileros mejor cuidado que he visto nunca; limpio, con aire acondicionado en la habitación, agua caliente en abundancia… Muy recomendable, y además no salió caro. Descansamos algo más de una hora en nuestra litera y luego nos cambiamos para coger el metro y dar una vuelta por Dotonbori, el “Las Vegas” de Japón, una calle (con sus bocacalles) llena de luces, colores, sonidos, tiendas abiertas… absolutamente fascinantes.





Yo estaba empeñada en comer okonomiyaki, típico de Osaka, y por fin encontramos un sitio donde tenían eso y varias cosas más a la parrilla; de hecho la mesa, larga, rodeaba las parrillas donde el cocinero iba preparando las cosas. Era muy entretenido verlo. Pero ahí aprendimos que la vida en Osaka va a otro ritmo; todo es más lento, la gente está menos estresada (se toman la vida de otra forma, como hacemos los andaluces por ejemplo). Tardaron en traer la comida de Elfe media hora, y la mía casi una… Eso sí, valió la pena porque el okonomiyaki estaba exquisito. La gente a nuestro alrededor iba pidiendo y devorando uno y otro plato con toda la tranquilidad del mundo. Al fin y al cabo era viernes…






Después de comer la noche empezó a estropearse porque comenzó a llover; nos dio tiempo a dar un paseo por toda la calle, hacer fotos a las cosas que más nos llamaban la atención, poner ojitos a los hosts locales (que nos ignoraban… eso pasa por ir con pinta de guiris T_T) y comprar souvenirs bizarros en una tienda que no cerraba. Lo más destacado: una caja de Pocky (mikados japoneses) ENORME; cada palito parece una flauta… Con fotos varias del lugar cierro esta entrada (luego ya volvimos al hostal). Merece la pena ir Osaka, otra vez iré con más tiempo:





Como nota curiosa, en vez de aire acondicionado en el tren tenían ventiladores… nos hizo muchísima gracia:



1 comentario:

Anónimo dijo...

*Neko mira su postal y mira la foto del Osaka Jô y sonrie, reconociéndolo* Jeeeee.....¿no se podia mandar conjuntamente con un okonomiyaki en un tupper, no XD?

Un kisote! ^^