domingo, 18 de julio de 2010

¡En camino!

16/07/10 - 17/07/10
¡Elfe al teclado!

Hoy ya hace dos días que estamos en Japón, y no tengo palabras aun para describir como me siento, pero la razón de este post es hacer la crónica de nuestro viaje.

El día 15 fuimos a Madrid en AVE, tal como en la anterior entrada habíamos dicho, el viaje fue tranquilo, pero eso sí, vaya tela con la peliculita que nos pusieron, un drama de estos que dices ¿Quien ha sido el que ha ideado esto?

Al llegar una tía de Omi nos estaba esperando y, tras hablarlo con ella, nos ofreció quedarnos esa noche en su casa y salir temprano en taxi al aeropuerto, en lugar de pasar la noche directamente allí, cosa que nos vino de perlas teniendo en cuenta todo lo que nos pasó después.

Llegamos relativamente pronto al aeropuerto, con tiempo más que de sobra para facturar, y de ahí cogimos el avión hacia Frankfurt, donde nada más subir Omi dijo la que se convirtió en la primera frase histórica del viaje, las cuales iremos recogiendo en nuestros post.

"Al salir del avión, como las vacas bravas".

Esto fue debido a que para el cambio de avión solo teníamos una hora y media, un tiempo muy corto para una conexión entre vuelos. Claro que eso de vacas bravas... si fueran toros todavía vale.

Cuando por fin despegamos y se presenta la tripulación empieza a hablar el comandante y se nos paró el corazón cuando dijo que llegaríamos a Frankfurt ¡a las 12:40! y nuestro vuelo hacia Tokio salía a las 13:35. Ya empezamos a ponernos histéricas creyendo que nos quedábamos en tierra, literalmente, pero aun así sugerí que podía ser una equivocación del comandante a lo que Omi contesta en todo su esplendor de nerviosismo:

"¡El comandante no se puede equivocar!"

Minutos más tarde una azafata nos dijo que efectivamente se había equivocado y nosotras pudimos respirar de nuevo hasta llegar a nuestro destino de enlace donde… ¡sorpresa! No sabíamos como conseguir las tarjetas de embarque ya que en Madrid únicamente nos habían dado las de Madrid-Frankfurt. Primero esperamos en un mostrador donde no aparecía nadie, luego siguiendo una pantalla de una esquina escondida donde en ingles y alemán ponía que las tarjetas las podíamos recoger también en la puerta de embarque directamente. Allá que nos vamos por el aeropuerto casi corriendo en busca de donde esta nuestra puerta. Pasamos un control más, que nos extraño ya que no habíamos salido de la zona de puertas, y por fin llegamos a la correspondiente donde nos dieron por fin nuestra tarjeta, a falta únicamente de 10 escasos minutos para empezar a embarcar.
A todo esto, mientras corríamos por el aeropuerto mas perdidas que yo que sé, nos cruzamos con un señor italiano random que nos dice mientras nos ve pasar arrastrando equipaje de mano.

“¡Oh! ¡España, campeona! ¡Qué bella!”

Ya que ambas llevábamos camisetas de España y no era difícil deducir de donde éramos.

Mientras esperábamos para embarcar miramos el avión que nos tendría encerradas en su interior durante 11 eternas horas y de nuevo ¡sorpresa! Un pedazo de bicho de dos plantas que no era más grande porque le faltaría pista de aterrizaje, y lo más sorprendente es que eso volaba.



Por dentro era tan grande como parecía por fuera, 3 hileras 3, 4 y 3 asientos de ancho cada una, y en cada uno una manta, que todos que parecíamos abuelas con esta por encima de las piernas, una almohadita, que se agradeció de verdad cuando se intentaba dormir, y unos auriculares para poder oír las películas, música y series disponibles en las pantallas táctiles que tenia cada uno de los asientos, lo cual ayudo a que no termináramos pidiendo que nos arrojaran del avión al cabo de 4 o 5 horas.

Al poco de despegar no sirvieron algo de beber y una bolsita de galletitas saladas, por eso de ir abriendo apetito, y sobre las 4 ó 5 de la tarde, aun hablando en horario español, nos pusieron el almuerzo-merienda-cena como queráis llamarlo, donde te daban a elegir entre dos menús asiáticos distintos, uno con pollo y no sé que mas y otro de ternera al curry con arroz, ambos menús incluían un par de rollitos de sushi, fideos fríos con wasabi, lo cual haría que a más de un ingenuo se le quitara el hambre si se lo llevo a la boca en una cantidad superior a la soportada, y un postre de frutas. Nosotras optamos por la ternera, que estaba bastante buena, acompañado por una segunda bebida a elegir.

No sabemos exactamente en qué momento por fin Omi comenzó a coger postura de dormir y yo ya estaba sino roncando a punto de empezar cuando una azafata japonesa empezó a zarandear un par de papelitos delante de nuestra cara y nos desveló. Los papeles eran los que hay que rellenar para inmigración y nuestra fantástica idea fue, “lo hacemos ahora y nos ahorramos de hacerlo luego” y tal como ponemos el bolígrafo sobre el papel empieza a haber turbulencias, un bicho tan grande temblando y haciendo subi-baja mientras nosotras, cabezonas empedernidas, intentábamos rellenar aquellos dos papeles ya con el estomago en la boca. Al final no sé ni cómo nos dejaron entran en el país con la de tachones y letras temblorosas que había escritas, pero ahí estaban, rellenos y enteros a pesar de las circunstancias. Luego de eso ya no conseguimos dormir, y nos pasamos el resto del viaje mirando como bobas el tiempo que quedaba, viendo a ratos películas, escuchando música, observando en las pantallitas táctiles las cámaras colocadas en puntos del avión para ver el paisaje o simplemente viendo cuanto camino nos quedaba en los resúmenes de la ruta.

Cuando aterrizamos comencé a ver indicaciones ya escritas en japonés y un precioso cartel de bienvenida.



me dieron ganas de hacer la croqueta en el suelo, pero íbamos tan liadas entregando papeles de inmigración, dando huellas dactilares y poniendo cara de buena para la foto que cuando quisimos darnos cuenta ya teníamos todo el equipaje con nosotras, que por un momento pensamos que se nos había quedado en Frankfurt, y arrastrando un carrito por los pasillos del aeropuerto, que necesitamos un mapa para no perdernos, porque dentro tiene hasta un centro comercial, y tiene en total nada más y nada menos que cinco gigantescas plantas. Lo primero que hicimos mientras esperábamos a que abrieran la oficina de correos fue llamar a casa, que tras varios intentos fallidos se consiguió y dimos el aviso de haber llegado enteras al destino. Decir que nuestra hora de llegada fueron las 7 y media de la mañana, ya con horario japonés, 12 y media de la noche para España.

Primera parada, correos para recoger los móviles, miramos mapa, miramos mail y allí había algo que no cuadraba. Ponía que la oficina de correos de la 4ª planta, donde tenían nuestros móviles, no abría los sábados… problema y gordo, pero resulto ser una errata del mapa, que al igual que los comandantes de avión, también puede equivocarse. Una vez con estos en nuestro poder nos dirigimos a realizar el cambio de moneda y de ahí a recoger nuestros Japan Rail Pass y el billete de Narita Express junto con la tarjeta Suica, esta tarjeta es como un bonobus sevillano recargable pero para el metro y los trenes de aquí. Pues bien, segunda misión, encontrar el sitio. Fuimos a la primera planta y nos dijeron que no, que teníamos que bajar al sótano 1 donde se coge el Narita Express y nos vimos con el marrón de bajar las maletas a pulso o con el carrito, como lo leéis, con carrito por unas escaleras mecánicas, no rampa, escaleras, con todas sus letras. Pues bien… ¡es posible! De hecho lo conseguimos. Estos carritos tiene unos topes que evitan que el carrito se deslice atropellando a todo el que se ponga por delante, y así llegamos al sótano, vemos un cartel de JR y entramos y nos dicen que tampoco es ahí que es en el local contiguo, y ahí por fin nos dan a cada una nuestros respetivos pases y billetes. Corremos un poco más para coger el tren, esto ya es a las 10:15.

El tren, que deciros, muy cómodo, fresquito teniendo en cuenta el bofetón de calor y humedad que nos dieron al bajar del avión, pero lo mejor fue las noticias puestas en las televisiones del tren cuando me da por mirar y veo a una de las personas de las que más se habla estos días, ¡VILLA! Estaban poniendo imágenes de partidos de España en el mundial, entre ellas la repetición del gol de Iniesta que dio la victoria, y la copa del Mundo, a nuestra selección.



Tras una hora y media aproximadamente de viaje, llegamos a nuestra estación destino, Shinyuku, donde debíamos ir a la oficina de Sakura House a recoger las llaves del piso y la habitación y terminar el papeleo del alquiler. Nos perdimos, no saviamos por cuál de las 200 millones de salida de la estación teníamos que llegar a la calle y terminamos por suerte en una cercana a la que debíamos, pero esto lo descubrimos tras llamar a la oficina para que nos dieran algún punto de referencia desde donde estábamos. En ese camino hacia la oficina descubrí que la expresión “sudar como un cerdo” en realidad es un chiste ya que lo realmente sofocante es sudar como un japonés… que calor, que bochorno, que humedad… y encima arrastrando todo el equipaje que no era ni poco ni ligero que digamos, peor llegamos y pudimos sentarnos un rato en la oficina fresquita donde tras firmas 2 millones de papeles más nos dijo la chica que nos iba a poner un video. Nuestra cara fue un poema, un video para aprender a reciclar al modo japonés, primero que si en un cubo todo lo que puede arder (papel, cartón, plásticos, restos orgánicos, madera, tela…), a excepción de las botellas de plástico que van en otro cubo, a estas hay que quitarles el tapón y la etiqueta porque eso es para el cubo de lo que arde, otro cubo para lo que no arde (cerámica, espejos, cristal que no sean botellas, bombillas…), otro cubo para las botellas de cristal y otro para las latas, un lote de 5 cubos de basura, casi nada.

Tras esto terminamos los tramites, nos da las llaves y nos explica cómo llegar hasta el piso, pero andando como que no, porque para llegar hay que cruzar la calle Takesitadoori, que es una calle que decir que es transitada es quedarse corto, básicamente hubiera sido imposible literalmente pasar por ahí cargadas como íbamos, así que tras coger el tren hasta la estación correspondiente, nos montamos en un taxi que nos llevo hasta la puerta del piso. Los taxis… el taxista te abre la puerta sin salir del coche… es decir, se abre automática, una cosa muy curiosa.
Nos bajamos del taxi y allí estaba por fin, el Imperial Height, que si lo lees sin verlo dices, leñes os habéis mudado al castillo imperial de Kamijo o algo así, ¡pero no! El nombre es un poco pretencioso.

Y hasta aquí la crónica de la llegada a Japón. Recordad que en http://s934.photobucket.com/home/japanscenes Podeis ver mas fotos.

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